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“JUSTICIA EN PIJAMA: EL TRIBUNAL FLOJO QUE DUERME, TRAGA Y NO RESUELVE” 

LOS MATACHINES DEL PODERCierre editorial para Objetivo AM 1370Voz: Chema Méndez

Arránquese la música de circo 🎪… porque hoy el Tribunal de Conciliación y Arbitraje no imparte justicia: reparte siestas. Aquí no se oyen martillazos, se oyen bostezos. Aquí no corren plazos, se oxidan. Y mientras la ley marca 24 horas, el reloj oficial marca “luego vemos”.

Dicen que el bienestar llegó al tribunal… y sí: bienestar para no trabajar. Tres magistradas del bienestar —con toga de seda, agenda social y pose de influencer institucional— lograron la hazaña administrativa del siglo: congelar demandas laborales como paletas en congelador de tienda. El derecho laboral convertido en archivo muerto, pero con sonrisa protocolaria.

La ley es clara, clarísima, de kinder jurídico: entra la demanda, en 24 horas hay acuerdo. No 24 días, no 24 semanas, 24 horas. Pero aquí las horas se convierten en meses, los meses en vacaciones y las vacaciones en tradición. El expediente entra caminando y sale en camilla… si es que algún día sale.

Y mientras tanto, los trabajadores —esas criaturas incómodas que viven de su salario— esperan. Esperan justicia, esperan respuesta, esperan que alguien se despierte. Porque en el tribunal, lo único que sesiona con puntualidad es el café ☕ y el chisme.

La Oficialía de Partes repite el mantra zen del cinismo administrativo: “no hay nada”. No hay acuerdo, no hay número, no hay vergüenza. Eso sí, hay comidas, hay eventos, hay fotos. Mucha foto, poca ley. La justicia posando para la cámara mientras el derecho hace fila como en banco sin sistema.

Hagamos cuentas, que la aritmética también es revolucionaria: 24 horas contra mil trescientas. No es retraso, es abandono con firma. No es error, es método. Porque cuando la ley estorba, se guarda en un cajón… con llave y mantel.

Y ojo: si faltara un requisito, la propia ley ordena corregir, orientar, encauzar. Pero aquí la corrección es al revés: se corrige al ciudadano por atreverse a exigir. Se castiga al abogado con el silencio. Se educa al trabajador con la espera eterna. Pedagogía del desprecio.

Así se gobierna el tiempo: se estira, se dobla, se duerme. Así se administra la justicia: a paso de tortuga anestesiada 🐢. Y cuando alguien pregunta, la respuesta es un eco burocrático: “no han sesionado”. Claro… sesionar cansa, sobre todo después del restaurante.

Y por si faltara sal a la herida 🧂, este tribunal ya no mide el tiempo en horas ni en días: lo mide en brunchs. Cada acuerdo pendiente equivale a una sobremesa, cada expediente dormido a una copa de vino. Aquí la justicia no camina: flota en tacón, se pierde entre selfies y vive en modo avión.

Porque cuando la ley dice “inmediato”, ellas entienden “cuando regresemos del evento”. Cuando la norma exige diligencia, ellas aplican glamour. Y si el trabajador pregunta, recibe la respuesta premium: silencio ejecutivo. Así gobierna el bienestar: tribunal vacío, agenda social llena.

Cierro informando, con risa amarga y ceja levantada 🎭: en el Tribunal de Conciliación y Arbitraje no hay atraso… hay vocación turística del expediente. La justicia se fue de vacaciones.Y como siempre, sin avisar.


 
 
 

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