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EL REY DEL CIRCO EDUCATIVO Y SU CORTE DE TITIRITETEROS DEL DESASTRE

Dicen que en Tlaxcala ya no hay circo porque los payasos se nos fueron al gobierno… pero a veces creo que el circo completo se mudó con carpa, pista, leones flacos y hasta el elefante deprimido directo a la Secretaría de Educación Pública. Ahí, al centro de la pista, con maquillaje corrido y sonrisa forzada, aparece Homero Meneses, creyéndose el acróbata estelar cuando apenas alcanza para animador de kermés escolar.

Y es que al buen Homero ya nada más le falta transmitir en vivo desde el baño para contarnos el tamaño exacto de… bueno, ya sabemos de qué. Porque para todo quiere cámara, boletín, notita, declaración, selfie, pose de influencer de rancho y mensajito para su patrona Lorena Cuéllar, que lo trae más alineado que los pupitres viejos de secundaria.

El hombre anda tan desesperado por quedar bien que confunde “cercanía con la gente” con andarse tomando fotos con cualquier niño que tenga celular, cualquier vendedor de bonais, cualquier perro que pase. No vaya a ser que el pueblo olvide quién es, porque por capacidad no lo van a recordar.

Y mientras presume su fantasía de funcionario ejemplar, sale a decir —en un comunicado digno de comedia involuntaria— que “no habría afectaciones”, que “las carreteras estarían libres”, que “todo normal”, que “no hay razón para suspender clases”. Como si los bloqueos nacionales fueran cuentos de hadas y Tlaxcala un paraíso sin tráfico, sin protestas y sin realidad.

Pero el país completo estaba anunciando lo contrario: carreteras cerradas, rutas colapsadas, municipios incomunicados, un mega bloqueo que hasta los pajaritos sabían que venía. ¿Y Homero? Sonriendo en su videíto, asegurando que todo iba viento en popa, que los alumnos podían llegar sin problema. Una joya… una joya del autoengaño gubernamental.

El resultado fue un espectáculo lamentable: miles de estudiantes, sobre todo del oriente del estado, llegando a escuelas vacías, congelándose a menos de 5 grados, sin transporte, sin aviso, sin información… pero eso sí, con el secretario dando cátedra de cómo minimizar problemas que  afectan a la gente. Parece que lo único que realmente le preocupa es seguir apareciendo en redes, aunque sea para anunciar la caída de un pajarito o el bache que descubrió en un estacionamiento.

Y mientras tanto, su vocero —que también quiere reflectores aunque sea anunciando tragedias inventadas— se dedica más a buscar bots y negar lo evidente que a proteger a la niñez. Para eso, mejor un maniquí con micrófono: habla igual y cobra menos.

De la gobernadora… qué decir. Según ella, las encuestadoras “no saben encuestar”, pero casualmente todas coinciden en ubicarla entre las peores del país. Será conspiración, será mala suerte… o será simplemente que la realidad ya no se puede esconder abajo de la alfombra.

En este teatro de lo absurdo, Homero y compañía se esfuerzan tanto por controlar la narrativa que olvidan controlar lo básico: la información, la seguridad, la responsabilidad con quienes sí madrugan, sí estudian, sí trabajan y sí sienten las consecuencias de sus ocurrencias.

Porque al final, lo que vimos no fue una administración: fue un show. Un show caro, desorganizado, improvisado y pagado con el tiempo, el frío y la paciencia de los tlaxcaltecas.

Informó Chema Méndez para Objetivo AM 1370.


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